La Camargue es un parque natural situado en la región francesa de la Provenza. En sus espectaculares marismas y lagunas conviven más de 300 especies de aves, entre ellas la población de flamencos rosas más grande de Europa. Y en sus campos crece la lavanda de mar que da sus particulares pinceladas de violeta y azul al paisaje.

Pero este lugar esconde algo más: sus salinas. Se pueden descubrir en largos paseos entre viñedos y campos de cultivo de arroz las Salinas de Giraud o las de Midi. Sin embargo nosotros nos quedamos con las Salinas de Aigües-Mortes, montañas de sal (camelles) que adornan apaciblemente el entorno y que han sido explotadas desde la época romana con métodos tradicionales. Lo más curioso de las salinas de esta región son las aguas rosas que las rodean. Su color se debe a la proliferación de algas microscópicas llamadas dunaliellas salinas.

La sal es uno de los ingredientes fundamentales de la gastronomía. De entre las distintas variedades, la más apreciada es la Flor de Sal, como Sal Costa Flor de Sal: crujientes y exquisitos cristales ricos en magnesio recolectados a mano con sumo cuidado que conservan sus propiedades y excepcionales cualidades. La suave textura y genuina composición de estos provocan un inigualable estallido de sensaciones y de sabor en boca. Son el perfecto aderezo para foies, hacen todavía más sabrosos unos huevos fritos y dan un toque especial a una tostada con mermelada. Aconsejamos añadirla justo en el momento de servirse el plato, antes de que se funda con el alimento.

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